domingo, 3 de agosto de 2014

El enamorado y el olvido

El enamorado no desea el olvido, lo que quiere es que el objeto de su amor modifique su preferencia pero no el olvido. El enamorado quiere perseverar en su amor. El que está enamorado de veras con esa espantosa pertinacia que bloquea la mente y el alma, con esa cerrazón ciega del enamorado contrariado, no quiere olvidar, se quiere acordarY si alguien le trae en una mano el olvido y en la otra el sufrimiento, el tipo elije el sufrimiento, porque le parece que ahí se esta retemplando, y le parece (y le parece mal) que el objeto de su amor, que la persona amada va a registrar ese acto de nobleza, va a registrar que el eligió no olvidarla y eligió sufrir; lo va a registrar en esta o en otra vida, o que algunas entidades divinas van a registrar ese acto de nobleza y lo van a recompensar. Alguien va a venir, un ángel pongamos por caso y le va a decir “has sido noble, has elegido el sufrimiento en vez del olvido, entonces te daré el siguiente don: la persona que tu amas te amara”. Bueno todo eso cree erróneamente el enamorado, porque no sucederá eso. Ese gesto de nobleza, de supuesta nobleza de elegir el sufrimiento y no el olvido, nadie lo va a registrar como positivo, nadie. Menos que nadie la persona que el ama, que registrará eso como un gesto de locura. “¿Que hace una persona decente cuando uno no la quiere? Te olvida. Y este no, en vez de olvidarme, cosa que me permitiría librarme de su presencia molesta en todas partes, no, elige sufrir ¿y que me produce a mí que soy el objeto de su amor? Culpa. Yo quisiera que el no sufriera pero no porque me importe él, sino porque no quiero que me moleste.” 

Es decir, de esa manera tan mezquina se produce la cosa, así que nadie va a tirarse de una roca, y si se tira va a hacerlo quizás mas para matarse que para olvidar, pero ni tampoco porque le interese poner fin a su vida, no, le interesa mas hacer algún efecto en la persona que él ama, como un último intento, un último intento de seducción, la muerte. El joven Werther, se mata. A ver, atajate esta, ¿así que no te gusta el saco que me he comprado para seducirte? Fenómeno, ¿así que no te gustan los versos que te he recitado? Fenómeno, ¿así que no te gustan los músculos que me han salido de tanto ir al gimnasio? Fenómeno, a ver si te gusta esto. Y se tira del risco de Leucade, ¿para que? Para matarse! Piensa ‘ahora va decir’ “oh, este se ha matado por mi: ¡como lo amo!”.

Tampoco va a suceder eso porque el enamorado rechazado no tiene salvación en ninguna vida, es el peor de los castigados posible de la historia y de la economía humana. El asesino arrepentido tiene un perdón y tiene un lugar entre los justos si se arrepiente a tiempo, el que fue pobre también, el que fue víctima de injusticias también, quizá hasta en esta misma vida la injusticia pueda reparase; pero el que no fue querido, el que no fue amado por alguien, ese no tiene salvación, ese es el único condenado cierto de cualquier régimen punitorio de cielos y el infierno. Porque cuando se vaya al cielo (si se va) y yo calculo que un enamorado rechazado no va al cielo nunca... si se va al cielo con la esperanza de que allí va a ser recompensado por aquellos gestos que tuvo, que al el le parecen fantásticos, lo que va a encontrar en el cielo es a la mina que al el le gustaba con otro tipo, el mismo con el cual la vio una tarde en la vereda de su casa, el mismo tipo. Este hombre llega al cielo “y ahora por fin, ahora que me he muerto, etc”. Espera que se muera la mina y dice, ‘bueno ahora ya esta, a ver que pasa: la mina del bracete otra vez con el mismo tipo. En el infierno ni que hablar…

Así que yo lamento tener que decir esto, pero es completamente ineficaz, el que se enamora y no lo quieren tiene una sola salida, una sola, que es el camino que conduce a otra persona, esa es la única salida, hay que huir, en dirección a otra persona, cuando uno tiene la desgracia de enamorarse de alguien que no lo quiere, corra, corra! Corra pero muy ligero hacia otra mujer, hacia otro hombre, y arrójese en sus brazos. Busque a la que perdió allí, no busque nunca abrazos que no lo quieran, nunca, no lo haga.


Alejandro Dolina